Internet llegó un día y se instaló para siempre. Hoy está al alcance de todos (que no es lo mismo que todos tengan alcance, pero ese es otro tema). Hablo de que, por ejemplo, mi mamá de 70 años y mi sobrino de 8 pueden perfectamente navegar por un mundo de oportunidades y un universo de novedades que nos iguala a todos. En definitiva, no somos más que un NN escondidos detrás de una pantalla.
Y he aquí el misterio que se presenta para quienes nos dedicamos a trabajar del otro lado de la pantalla: el marketing digital. ¿Cómo hacemos para llegar a esa persona que estamos buscando si en realidad no tenemos certezas de quién es? Y lo que es aún más complejo: ¿cómo podemos captar su atención para que “nos mire” aunque sea por unos segundos, si como nosotros hay miles de otros tratando de lograr lo mismo? Cuando nos metemos de lleno en este universo y nos interiorizamos sobre gustos, comportamientos, nichos, acciones valiosas, interacción, ventas y demás es cuando caemos en la cuenta de la magnitud y alcance que tiene.
Cuando me piden ayuda o consejo para comenzar a tener presencia en internet, siempre insisto en lo mismo: conectar es la clave. No importa qué hagas ni qué vendas. Lo que todos buscamos en un mundo verborrágico y despersonalizado es confirmar que hay alguien del otro lado de la pantalla. ¿Cuántos pet shop hay con presencia en internet? ¿Y cuántos de esos te hablan a vos desde el amor, el cuidado, la importancia que tiene una mascota en tu vida con info valiosa que ofrecen gratuitamente sin querer encajarte después de la “muestra gratis” una venta?
Si dos lugares te ofrecen exactamente el mismo producto a precios similares pero uno se tomó el tiempo de contestar a tus mensajes de forma personalizada y hablando de uno a uno, ¿con cuál te quedás? Si uno te vende productos y características y el otro agrega valor con contenido, fotos reales, testimonios, con el detrás de escena de su negocio humanizando su marca, ¿con cuál te quedás? ¿A cuál seguís, recomendás y comprás? Las ventas en internet son un camino de descubrir, reconocer, confiar y fidelizar (instancia súper valiosa porque cuesta menos esfuerzo y dinero vender a alguien que ya te conoce que a un desconocido y esto se logra únicamente si la experiencia con tu marca fue buena). Me gusta hablar de experiencia y no de producto, porque en definitiva, cuando hay tanta oferta, lo que termina por definir el partido es la experiencia que el cliente tuvo con tu marca. Esta experiencia, más allá del producto en sí, recae en la forma de comprar, en la atención que le diste, en la presentación, en cumplir la “promesa que hiciste”, es decir, en el nivel de conexión que pudieron lograr.
Internet es un mundo; personalmente, tratar de descifrar al cliente ideal para buscarlo y conectar en esa instancia de segundos con un mensaje que le hable directamente a él/ella se presenta como un desafío constante. Pero además de conectar con el otro lado de la pantalla, para que este trabajo sea posible, antes conecté con mi cliente (que generalmente nada sabe de esta lógica de internet, pero sí mucho del producto). Conecto desde la empatía formando micro equipos con cada uno en donde la interrelación es fundamental para lograr los objetivos que buscamos. Nada sería de mi trabajo sin el aporte tan valioso de ese cliente con el que nos beneficiamos mutuamente. Y además pienso en la conexión con mi equipo de trabajo que se basa en la confianza, la profunda admiración y la comunicación efectiva. Sin estas habilidades sería casi imposible poder cumplir objetivos de un cliente que se comunica directamente conmigo pero que, en definitiva, el trabajo operativo lo hace él.
En un artículo de este blog me encontré con algo súper interesante que escribió Héctor González Di Carlo. Él habla de la importancia de las habilidades blandas en nuestro trabajo y me uno a esas palabras. Soy una fiel militante de lo valioso de ir por la vida generando conexiones, en mi caso, como un ejercicio que me resulta tan efectivo como interesante. Con la mirada de los hijos, con un cliente, con tu socio, con equipos de trabajo, con un amigo que no puede acceder a tus servicios pero que realmente los necesita (no siempre se trata de que no valora tu trabajo y por eso garronea).
Conectar no es más que ponerse en el lugar del otro, escuchar lo que necesita y así ver cómo llegás con tu respuesta, cómo captás su atención los primeros 8 segundos para que también “te vea” y siga a la acción valiosa que a veces es un like, un guardar, un seguir, un comprar. También puede ser un beso, un abrazo, un emoji o un gracias, ¿hay alguna acción más valiosa que esta? No para mí.
Autora: Natalia Gerardi, diseñadora gráfica especializada en Marketing Digital
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